Tito Gil procedía de una familia de zapateros que tenía un cliente muy rico, el conde de Rionuevo, que se interesó mucho por él. Su madre murió durante el parto, en 1703, y su padre nunca le mostró demasiado afecto.
A los catorce años, el conde lo llevó a su palacio. Allí conoció a Elena, hija del duque de Monteclaro, de la que se enamoró inmediatamente.
El conde murió y la condesa, que odiaba a Tito, le ordenó abandonar el palacio. Una anciana invitó a Tito a vivir con ella y él volvió a trabajar como zapatero.
Al cabo de dos años, Tito se enteró de que Elena había vuelto de Francia. La esperó en la puerta de la catedral. Allí la vio. Por desgracia, la condesa estaba allí y lo humilló en público.
La anciana falleció de vejez. Tito era pobre y no tenía hogar, y no veía ninguna razón para vivir. En su bolsillo llevaba un frasco de vitriolo, una sustancia venenosa que utilizaba como zapatero, y decidió bebérselo. Una voz le detuvo.
Tito vio una figura vestida con túnicas negras. La figura se presentó como la Muerte y ofreció a Tito su ayuda y amistad. La Muerte le ofreció compartir sus conocimientos y la capacidad de ver cuando la gente estaba a punto de morir. Le prometió riqueza, nobleza y, lo más importante, a Elena.
Tito aceptó y fue enviado al palacio de la Granja para visitar al antiguo rey, Felipe V.
Felipe V había abdicado el trono en favor de su hijo, Luis I. Su sobrino, Luis XV, ostentaba la corona de Francia. Su hijo había caído enfermo y, si moría, Felipe podría tener que volver a ocupar el trono.
Tito se ofreció a decirle el momento exacto en que Luis I moriría a cambio de una gran suma de dinero y un título. Felipe no le creyó. Tito se reveló como amigo de la Muerte e insistió en que sería capaz de predecir la muerte de Luis. El rey aceptó.
La muerte le explicó cómo Tito podría predecir la muerte del rey. En la cámara del rey, vio a Elena y a la condesa de Rionuevo. La Muerte informó a Tito de que su majestad moriría al día siguiente.
Tito se negó a responder a las preguntas, ya que sólo Felipe recibiría una información tan importante.
Tito vio a la Muerte acercarse a la Condesa de Rionuevo y supo que moriría pronto. Tito le informó de lo que iba a ocurrir e, inmediatamente después, ella empezó a sentirse mal.
La Muerte reveló que Tito era hijo del Conde de Rionuevo y lo eligió como heredero. La condesa interceptaba cartas y declaraciones oficiales y las mantenía ocultas.
Tito se sentó junto a la condesa y habló con ella. Ella le reconoció y pensó que intentaba matarla. Tito se compadeció e intentó razonar con ella, salvar su alma y ayudarla a morir en paz.
Tito le dijo que la perdonaba. Sintiéndose tranquila, la moribunda le dijo dónde podía encontrar la prueba. La condesa falleció.
Tito tenía por fin los documentos y pudo casarse con Elena.
Tito se casó con Elena. Tenía todo lo que siempre había deseado: nobleza, riqueza y el amor de Elena. Se sentía tan feliz que deseaba no volver a ver a la Muerte.
Mientras los recién casados disfrutaban de la puesta de sol, llenos de felicidad y esperanza, una larga sombra negra apareció frente a Tito: sabía quién era.
La Muerte le pidió a Tito que hablara. Tito, aterrorizado, la siguió. La Muerte estaba enfadada con Tito: era un desagradecido y un mal amigo.
La Muerte vino a cumplir su misión y le invitó a su casa.
Se subieron a un carro hecho de huesos humanos y éste empezó a volar y a viajar por el mundo a una velocidad increíble. Tito sintió que el tiempo no corría como de costumbre. El destino final era el Polo Norte.
La muerte le reveló que era el año 2316, el fin del mundo, y que habían pasado casi 600 años.
Tito se suicidó al beber el vitriolo y Elena murió de pena. Elena fue al Cielo y pidió a Dios que le diera a Tito una segunda oportunidad. La experiencia había purificado el alma de Tito. Llegó el día del Juicio Final y la Tierra explotó. Los espíritus de Tito y Elena fueron al Cielo y vivieron eternamente felices.