La historia comienza con el narrador, un arqueólogo de París, visitando el pueblo de Ille para estudiar las ruinas locales.
Recomendado por su amigo, el narrador se queda con el señor de Peyrehorade, un entusiasta coleccionista de antigüedades.
Recientemente, mientras intentaba desenterrar un olivo muerto, descubrió una estatua romana de Venus a tamaño real enterrada en su propiedad. La estatua es sorprendentemente hermosa, pero los aldeanos creen que tiene poderes malignos desde el principio; apenas fue desenterrada, la estatua “hirió” a Jean Coll, quien se rompió la pierna cuando le cayó encima.
Durante su estancia, el narrador se entera de que el hijo del señor de Peyrehorade, Alphonse, está a punto de casarse con una rica heredera, la señorita de Puygarrig. El señor de Peyrehorade y su familia quieren que el narrador participe en la ceremonia como amigo de la familia. El narrador pronto se da cuenta de que Alphonse no ama a su futura esposa, sino que solo le interesa el beneficio financiero.
El día de su boda, Alphonse juega una animada partida de Paume contra hábiles arrieros españoles.
Coloca el anillo de boda que está a punto de darle a su futura esposa en el dedo de la estatua de Venus, diciendo que el anillo lo molesta y empeora su juego. Triunfa, ganándose la admiración de los aldeanos y el odio de sus adversarios. Sin embargo, en su prisa por irse a la boda, olvida el anillo en el dedo de la estatua.
Más tarde ese día, Alphonse de Peyrehorade confiesa al narrador su angustia por su anillo de boda atascado en el dedo de la estatua de Venus, sugiriendo una posible intervención sobrenatural.
El narrador, inicialmente escéptico, acepta investigar, pero duda, sin saber si las palabras de Alphonse están influenciadas por la borrachera o si hay algo de verdad en sus afirmaciones. Finalmente, el narrador decide ignorar la solicitud de Alphonse y se va a dormir.
El narrador intenta quedarse dormido, pero escucha unos pasos pesados en las escaleras. Temprano en la mañana, es despertado por los mismos pasos pesados bajando las escaleras. Sospecha que es Alphonse borracho, pero pronto escucha gritos y puertas golpeando.
En su cámara nupcial, ve a Alphonse muerto en la cama rota, con su madre llorando sobre su cuerpo pálido, y su padre poniéndole colonia en las sienes para despertarlo. En el sofá, al otro lado de la habitación, está la novia, aterrada, en shock y convulsionando.
Mientras observa el cuerpo de Alphonse, pisa un objeto. Se da cuenta de que es el anillo de boda, que previamente estaba atascado en el dedo de Venus.
El narrador investiga la misteriosa muerte de Alphonse de Peyrehorade, considerando la posibilidad de un asesinato. Busca pistas o rastros de un allanamiento, pero no encuentra ninguno. Sospecha del arriero español, pero duda que haya elegido una forma tan violenta de castigar a su adversario. La presencia inquietante de la estatua de Venus aumenta su preocupación.
Mientras recorre la casa y el jardín buscando rastros, encuentra unas huellas profundamente marcadas en el suelo, a pesar de que había llovido. Piensa que probablemente eran las huellas de Alphonse cuando fue a buscar su anillo atascado en la estatua.
No mucho después, llega el fiscal del rey de Perpiñán. Le dice al narrador que la señora Alphonse ha enloquecido. Ella describe una experiencia aterradora en la que, mientras estaba en la cama, sintió una presencia pesada y fría, que luego reconoció como la estatua de Venus abrazando y matando a su marido. Luego, la estatua se fue, dejando a Alphonse muerto y a la señora Alphonse en shock.
Otras personas también dan sus testimonios: el arriero español, un sirviente, todos los testimonios siendo bastante inconclusos. El sirviente le cuenta al narrador que, la noche de la boda, Alphonse estuvo buscando al narrador, pero no lo encontró. El narrador le pregunta al sirviente si Alphonse llevaba el anillo de boda en el dedo, pero el sirviente lo niega, diciendo que seguramente lo habría notado. Así, el misterio del anillo queda sin resolver.
El narrador se prepara para dejar Ille después del funeral de Alphonse, confundido y preocupado por esta situación inexplicable. El padre del novio, el señor de Peyrehorade, debilitado por el dolor, lo acompaña al jardín, donde ambos miran la estatua de Venus, lo que provoca que el señor de Peyrehorade se derrumbe en lágrimas.
El narrador se va y, más tarde, se entera de que el señor de Peyrehorade murió unos meses después de su hijo. La estatua de Venus fue fundida para hacer una campana de iglesia, según el deseo de su esposa, pero parece traer mala suerte, ya que los viñedos de Ille se han congelado dos veces desde que fue instalada.